Borja el escritor ( beatería humanista) Habían llegado un año más las vacaciones de primavera para la plebe, esos días a los que llaman la Semana Santa. A su albur millones de automóviles se desplegaban cada año por la geografía ibérica. Era miércoles, el día santo anterior a los todavía más santos   Jueves y Viernes Santo. Cuánta santidad, pensaba Borja. Se presentaba la ocasión perfecta para practicar el terrorismo de extrema narrativa. A Borja se le ocurrió realizar una publicación mediante una de las redes sociales más implantadas y generalistas, Facebook. En ella expresó su desprecio por las tradiciones cristianas de las gentes de su país, esas procesiones protagonizadas por costaleros que llevan en andas las tallas macabras de cristos y virgencitas, acompañados por siniestras comparsas de cirios y capirotes. Tantas idas y venidas para celebrar la pasión y muerte de un engañabobos que vivió hace dos mil años, era algo que a Borja le parecía estúpido, algo propio de un populacho endogámico y de costumbres que incitan al gregarismo más obtuso, perfecto para una economía del ocio restaurador, pero nefasto para despojarse del halo inquisitorial que aún subyuga a la cretina nación española. Y así lo manifestó Borja en la referida publicación de la citada red social. Por contra al deseo de Borja de despacharse a gusto denigrando el barroquismo folclórico de los de su propia raza, un algoritmo administrador del odio (o quizá del amor cristiano) abrió una ventana en el navegador advirtiéndole de que su publicación incitaba al odio. ¡Odio! ¿Odio contra quién? ¿Acaso un español bautizado a traición cuando aún no había articulado la primera palabra no podía odiar el infierno del que venía? Esa España fanática iluminada en la noche por las hogueras de los autos de fe ¿Acaso no era su edad metafísica la misma de esos siglos transcurridos en el horror de una inquisición cristiana que tanto dolor produjo? ¿Acaso no podía con la manifestación de su desprecio en una red social hacerle un homenaje a las víctimas de esas centurias de cristianismo canalla en la historia de su país? ¿Acaso no había nacido él mismo en la década de 1960, cuando un Caudillo más canalla aún que la propia España la gobernaba investido por la gracia de Dios? Ahora un algoritmo diseñado por los guardianes de la humanidad le impedía una publicación catalogada como impía, porque atacaba los sentimientos religiosos de una chusma borreguera, la de su propia nación. Querían negarle el derecho a odiar, ensordecer el sentimiento de odio, no dejarle ser humano, relegarlo de nuevo al infierno, otra vez condenado al fuego eterno. Los humanistas del siglo XXI, pensaba Borja, no eran otra cosa que cristianos reciclados, producto de una osmosis ideológica en la que se han sustituido unos sacramentos por otros. Ya no importa Dios, lo que importa son los sentimientos religiosos humanos. Si no quieres acabar en la hoguera, no te metas con ellos.                   

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